martes, 18 de febrero de 2014

Artículo 3. Hay que gritar en la cama. que se disfruta el doble.

A menudo nos topamos con parejas excesivamente ruidosas a la hora de tener relaciones sexuales. Le ponen tanto énfasis que se les oye en todo el bloque.

Recuerdo una vez en un hotelito de montaña que tenía como vecinos de habitación a una pareja joven excesivamente fogosa. tal era así, que nos despertaron a mí hermano y a mi que éramos unos críos con unos gemidos dignos de una película con más de dos rombos.
Ahora tu explícale a un niño de cinco años que eso no es una película de miedo.

Pero claro, no siempre se puede estar callado.
Suele ser común sobretodo en las féminas que el orgasmo se acompañe de una sinfonía de gritos,, de placer, como es lógico.

Eso por no hablar de que entre posición y posición se mueva el somier, o se oigan los muelles del colchón. Incluso en el peor de los casos rompas el canapé como le pasó a esta que escribe.

Pero, eso sí, gemir en la cama a veces se hace por placer, bueno casi siempre, y luego se sube el volumen como venganza a ese vecino que nos joroba la siesta todos los días.

Ese mismo vecino, que te pega puñetazos en la pared mientras tú toda ardiente y excitada, quieres te te metan una verga tamaño extra, o que te arañen, o que te muerdan los pezones hasta dejarte los dientes marcados.

Si en ese punto oyes los puños de tu vecino subes los decibelios de tu juerga carnal, hasta quedar afónica. Y le dejas bien claro quien manda en tu cama.

Eso sí, corres el riesgo de que tu hombre se quede sordo, pobre, pero puede darse el caso de que después de dos o tres orgasmos continuados, que tú ya no puedes más, te pida que le finjas uno más para vengarte del vecino traidor y para disfrutar él. Otra vez.

Como es lógico si tus vecinos follan mucho, y tú no te comes un colín desde hace meses, te entra una envidia mortal y una de dos, o te apañas mano sobre mano o les llamas para unirte a la juerga.


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