martes, 13 de marzo de 2018

Curvas ante el espejo

Hacia un intenso calor en aquel cuarto, pero a pesar de conocerse hace meses, Alba se resistía a desnudarse ante su amado.
Ella no era una chica con un cuerpo diez, y aunque medía un metro ochenta, estaba gordita.

Por eso no quería mostrarse tal cual era, a la luz de las velas que Marcos puso en el dormitorio.
Pero, fue el propio Marcos quien le dijo: - me gustas como eres, mírate en el espejo, empieza a quitarte la ropa despacio y admira el cuerpo que alberga tu alma pura.

Alba se miraba, y dejaba pasiva que su chico la besara, él estaba ya desnudo, solo deseaba tener a su amada Alba en la cama y que ella se quisiera tal cual.
Tras unos minutos pensando, Alba se quitó el camisón de seda, tenía los pechos duros, grandes, una 115 más o menos....

Marcos le decía: Tesoro, esos pechos guardan un corazón muy grande, por eso son enormes, y son tuyos, naturales, y continuó din hablar, deslizando sus manos por la línea  del alba.

Ella, se quedó clavada ante el espejo. ¿Cómo puede puedes ver hermosa mi barriga? ¡Es enorme!
Pero mi vida, esa barriga, está llena de pasteles que te hacen dulce, y a mí me gustas dulce, cuando te beso me sabes a nata, a chocolate a miel, cuando te hago el amor destilas pasión y eres el mejor de mis postres.

Así, Marcos consiguió que Alba se sonriera ante el espejo. ¿Quieres tarta? Le dijo ella.

Te quiero toda, sin envoltorio, dulce.
Mírame, ¿acaso yo tengo un cuerpo perfecto? Para mí si, le dijo Alba.
Pues ya está, disfruta de él que es tuyo. Y así se dejaron caer en el placer de la carne.
Ella se deshizo acariciando a Marcos por el cuello, recorrió su cuerpo, con un hielo, con la lengua, él controlaba su orgasmo, lo hacía esperar, solo quería disfrutar de aquella piel de mujer que le rodeaba.

Alba le acarició los pies, los muslos, y sin tregua enfiló la dura verga de Marcos, la colocó entre sus grandes pechos, y a la par lamía el glande. No se podía parar, el sexo húmedo de Alba estaba a punto de alcanzar el orgasmo, y a la vez que ella se retorcía de placer, y encadenaba un órgano con otro, Marcos, estallaba sobre el pecho de Alba.

Aquellos cuerpos perfectamente imperfectos se habían ido al paraíso de la lujuria, al infierno del pecado.
Solo si las paredes hablaran, contarían más detalles, pero lo que sintieron ellos, es cosa de dos, de dos amsntes que desde la distancia cada noche se hacen el amor bajo las sábanas.

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